LEYENDAS y SUCEDIDOS
Las leyendas son relatos o creencias de la gente que se caracterizan por ser asombrosos más que históricos o verdaderos. Trascienden las épocas y, al igual de toda la literatura oral, se transmiten de generación en generación. Las leyendas pasan a ser patrimonio de un pueblo, de una región o de una extensa zona geográfica, y son comunes a muchas personas. De una leyenda pueden haber varias versiones, que sólo varían en pequeños detalles. En cambio, los “sucedidos” son relatos tipo leyenda, propios de un lugar, de una familia, más que nada como anécdota o recuerdo asombroso, y son propios de una o muy pocas personas, que conocieron el suceso y lo recuerdan. Generalmente de los “sucedidos” devienen las leyendas. Para el común de la gente, leyenda y sucedido son sinónimos; son simplemente “hechos reales” que acontecieron y que los recuerdan tal como los escucharon.
Tesoros Enterrados.
Colaboración de Daniel Orellana
| Dicen que bajo el altar de El tablón. |
Colaboración de Daniel Orellana
Se cuenta el caso de una señora que al cruzar un rústico puente hecho de un solo tablón, después de una lluvia se resbaló, cayendo al torrente correntoso del canal. Segundos después de la caída, la mujer notó que no se hundía, a pesar que no sabía nadar. Ella pensó que podría ser por el vestido tan ancho que llevaba. Entonces sacó su tabaquera y se puso a fumar, esperando que alguien viniera a rescatarla. Al rato pasó un jinete, que sorprendido al ver la insólita situación, rescató a la dama de las aguas. Al tiempo después se enamoraron y formaron un lindo y feliz matrimonio. |
El regreso.
Colaboración de Daniel Orellana
| Una joven, hija de campesinos, al ver la difícil situación económica por la que estaban pasando su familia, decidió irse a trabajar a Santiago. En esta ciudad tuvo la suerte de encontrarse con una familia muy bondadosa, lo que la hizo muy feliz. Mayor fue su felicidad cuando conoció a un joven apuesto, del cual se enamoró perdidamente. De esa relación nació un hijo, pero cuando el joven se enteró, decidió abandonar a la muchacha, dejándola muy dolida. |
Un día nuestra protagonista recibe una carta de su padre, en ella le comunicaba que su madre se encontraba afectaba por una grave enfermedad. Ante tal situación, la joven decide regresar a casa de sus padres. Sin embargo, le asaltó una gran inquietud: ¿Qué le dirían acerca de su hijo?. Por esta razón decide dejar a su pequeño escondido entre unos matorrales, mientras trataba de explicarles la situación a sus padres.
Cual sería su sorpresa al llegar a casa de sus progenitores y ver que estaban velando a su madre. De inmediato regresa a buscar a su hijo. Sin embargo, al llegar sólo encontró matorrales, su hijo había desaparecido. La pena y desesperación inundaron su corazón. Lo buscó durante mucho tiempo. Se dice que aún es posible escuchar los gritos desgarradores de esta joven madre que busca a su pequeño hijo.
En la Higuera.
Colaboración de Daniela Orellana
Hace muchos años, los habitantes del Fundo Santa Julia, instalaron un Cristo en la entrada de la propiedad. La explicación de esto radica en que los lugareños observaban como cada noche aparecía “Don Sata”, algunas veces como persona, otras veces como animal, provocando un gran susto a la comunidad del fundo. Desde la colocación de la imagen, se acabaron las apariciones, la gente dice que el diablo debe de andar buscando otro lugar donde asustar a la gente. |
La Joven Beatriz.
Colaboración de Aníbal Vásquez
Beatriz era la hija de una señora que siempre la espiaba, pues tenía un obsesivo cariño por ella. El sentimiento era a tal punto, que la muchacha permanecía encerrada en su habitación la mayor parte del día.
Un día logró escabullirse de su madre y anduvo deambulando por la ciudad. En ese trance conoció a un joven con el que conversó durante horas. Al dejarlo se dio cuenta que lo extrañaba, se había enamorado.
Desde aquel día, Beatriz urdía las mejores escaramuzas para escabullirse y juntarse con su amado. En uno de estos furtivos encuentros, el muchacho le pide que lo acompañe, ella temerosa, acepta. Quedaron de acuerdo en escaparse durante la noche.
Esa noche, mientras el joven la esperaba en un automóvil, la muchacha hacía abandono de su hogar por la ventana, llevando como equipaje sólo una peineta, unas tijeras y un salero. Se marcharon raudos por la carretera.
Entretanto, la madre de Beatriz, un tanto inquieta en su cama, impaciente por su silencio, decide ir a la pieza de su hija, encontrándola vacía. De inmediato llama a su marido, le explica la situación, le pide que le ensille el caballo que “corre tres zancadas por legua”, de tal manera que a los pocos minutos ya está pisándoles los talones a los jóvenes enamorados. Ante esta situación, Beatriz lanza al camino su peine, logrando que forme una espesa neblina, que con mucha dificultad la madre logra sortear, dando alcance a la pareja. Beatriz lanza ahora sus tijeras, formándose una gran muralla de cristal, con una puerta vigilada por un guardia. Sin embargo la señora logra comprar los favores del guardia, con lo que logra pasar la muralla, dándoles alcance rápidamente. Como último recurso, la muchacha lanza la sal al camino, con lo que apareció un inmenso río que no logró cruzar la apenada madre, permitiendo que los jóvenes escaparan y fueran felices por siempre.
Otra historia del Mineral El Teniente.
Colaboración de Aníbal Vásquez
Un día un joven teniente decidió no asistir al regimiento, y en su lugar dirigirse a los cerros del sector oriente de Rancagua. Caminó durante todo el día, alcanzando las cumbres de los contrafuertes cordilleranos. Luego de haber descansado, se puso remover las piedras, dándose cuenta que esas piedras contenían un mineral.
Bajó al pueblo a hablar con su abuelo de su descubrimiento, proponiéndole buscar ayuda para explotar esos minerales. Sin embargo, nadie contaba con los recursos para ayudarlos, de tal forma que decidió vender su descubrimiento a los “gringos”. Desde entonces el mineral se ha convertido en la mina subterránea más grande del mundo.
El tesoro del Culebrón.
Colaboración de Aníbal Vásquez
Se dice que cuando los padres jesuitas salieron de la hacienda La Compañía y no pudieron llevarse todo, decidieron esconder un gran tesoro, consistente en monedas, joyas, pepitas de oro y coronas.
El temor a ser asaltados y lo precipitado de su salida llevaron a los sacerdotes a esconder este verdadero tesoro bajo el altar de la Iglesia de La Compañía , y que sería custodiado por un feroz culebrón.
La Cruz y la Virgen de La Merced.
Colaboración: Roberto Ibarra (83 años)
| Entre los años 1933 y 1934 ocurrió un acontecimiento muy particular. En el pueblo de Codegua vivían dos hermanos de apellido Mazones, los cuales eran `personas sin prejuicios, sin educación y sin criterio. |
Estos hermanos, en su afán por hacer daño, llegaron hasta la Iglesia de La Merced de Codegua con la oscura intención de secuestrar a la Virgen de la Merced. Se cuenta que estos personajes arrastraron la Virgen por calle O’Higgins, avenida principal de Codegua, hasta llevarla a un sitio de desecho al otro lado del río. Allí la sepultaron debajo de unas hojas.
Con el correr de los días unas personas encontraron la imagen y la regresaron a la Iglesia. Posteriormente se desató un aluvión, el río se salió de su cauce y se llevó la cruz que allí estaba.
| Otras historias de esos años cuentan que algunas personas realizaban los llamados “pactos” con el demonio, que se producían apariciones y el que el diablo se convertía en algunas de ellas. Tal es el extraño caso de la mujer vestida de blanco, de largos cabellos que le llegaban hasta el suelo y que lloraba desconsoladamente. Se cuenta que buscaba un bebé desaparecido, vagando sin cesar, con lo que despertaba a todo el mundo. Otro caso es el de la carroza arrastrada por dos alazanes desde la localidad de Los Marcos hasta Codegua. |
| Finalmente, entre los años 1964 y 1965, luego de una gran lluvia, los señores Olea encontraron en las afueras del pueblo, en el sector llamado Callejones, enterrada en el barro, la cruz que hacía 30 años se había llevado el río. Fue así como estos señores la devolvieron al sector del río, al sitio del que jamás debió salir. |
Desde entonces, los pobladores de Codegua no volvieron a sentir a la mujer vestida de blanco llorar, ni tampoco correr a la carroza con sus dos alazanes.